Guerra blanca

Durante la guerra
guardamos las armas
como guardamos nuestros secretos.
Nos alimentamos
con hambre y sed
para recuperar
esos momentos gloriosos,

como el deseo
de imaginarnos

en el lugar más ventoso
y sobre la montaña más peligrosa
desafiando al corazón.
Durante el descanso
pensamos en la vida que nos queda,
como una obra maestra, enmarcada,
tan distinta a las de su alrededor
que espera
a que descubramos su sentido…
su misterio.
Bajo la luna, sin rendirnos,
planeamos estrategias
para un nuevo encuentro,
como si fuera realmente difícil llegar.
Como si quisiéramos alcanzar a las estrellas
entre tanta inmensidad.
Al amanecer,
la guerra nos vuelve a armar
entre tanta mediocridad y sueños partidos,
como si nos empujara al vacío
de alguna cima que nos obliga
a mirar
lo que nos está esperando debajo,
a la altura de los ojos
y a los lejos…
Sin armas que lastimen
ni castigos
por luchar

por lo incorrecto.

Porque si no lo es ahora,

lo será algún día.

“Hay muchas formas de morir.
Vivir escondido es una de ellas”,
escribió Mario Bellatin en su libro El Palacio.
Y es así, se sale a la vida
como una guerra blanca, iluminada,
llena de calor y deseo.
.
Mente fértil gc


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