“Puedo escribir mucho más de lo que podría decir y aún así me inundo de voces. La palma acompaña la pluma y mis dedos acarician el movimiento suavizando las líneas de dolor y remarcando, con euforia, todas las que florecen.
Me sudan las manos.
Mi voz quiere perfumar el delirio.
Mi cabeza desafía mi ritmo.
Mis labios sienten el sabor de tu piel que eriza y con mis ojos, parpadeando, sueñan que tocan tu risa.
Dentro mío, el calor y el frío van luchando. No busco rescate porque decidí quedarme. Una luz a la izquierda y la luna a la derecha se entremezclan en partículas que caen finas sobre el papel tibio, por culpa de tanta pluma furiosa como si te hablara al oído. No escribo sobre lo que no me importa, escribo desde el lugar que me salva y sobre lo que libera mi alma.
El tiempo es rudo y también amable.
El tiempo es mucho.
Le queda mucha vida a esta pluma y a mí mucho más por sacar del cora; y aunque ya te he lanzado mil bostezos, así me quedaré inquieta mientras sigo escribiendo el cuento”.
.