Extraño esa flor que respira debajo de tu corazón, te extraño entero.
Extraño tu cachete derecho, entregado,
en dirección a la luna, mientras tu lado izquierdo se guarda,
reposado, sobre mi cama.
Extraño tu bajo mentón,
ese surco de suavidad,
que le dio calor a mis labios
y me debilitó sobre tu pecho
que también explotaba sobre el mío
al decirte que te quiero.
Un Dios eterno los miró y dijo: “La noche, que seguirá siendo de esas noches en donde sus besos se encuentran,
vuelve a tener su magia.
No evitan sentirse,
ni se dejan escapar o morir,
aunque afuera el mundo se acabe.
Todo deja de temblar cuando se besan,
cuando se acercan,
con la belleza de un reflejo en sus miradas
que insiste e insiste.
Y se hablan, entre parpadeos,
como un lenguaje oculto que solo existe entre ellos.
Una poesía indescriptible, intensa y extraordinaria, que continúan escribiendo
mientras se desarman, tanto,
que una tercera piel los abraza
y los vuelve a armar tan solo como son.
No es una historia más,
‘será una noche especial’, escuché del universo; y ellos ahí, en ese espiral cósmico con tanto por vivir”.
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Mente fértil gc